divendres, d’abril 21, 2006

El rescate

Desde la plaza de armas de un lugar cualquiera, te escribo una carta para que tú sepas lo que ya sabías, aunque no lo dijeras. Espero que llegue a tus manos, y que no la devuelvas... que pagues el rescate que abajo te indico.

Yo tampoco me explico por qué no acudí antes a ti. Pero nadie puede salvarme; nadie sabe lo que sabes, y tampoco entregarían lo que vale mi rescate.

No hay dinero ni castillos ni avales ni talonarios… no hay en este mundo -y aunque parezca absurdo- ni en planetas por descubrir, lo que aquí te pido.

Y no te obligo a nada que no quieras. Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden… te conocen, pero no llegan a ti.

Decidí, por eso mismo, un mecanismo de defensa: presa como está mi alma, y con la calma suficiente, ser más fuerte y enfrentarme cuanto antes a la verdad… sin dudar un segundo lo asumo, sólo tú puedes pagar el rescate:

Devuélveme el amor que me arrebataste, o entrégaselo, lo mismo me da, al abajo firmante.

No hay dinero ni castillos ni avales ni talonarios… no hay en este mundo, y aunque parezca absurdo, ni en planetas por descubrir, lo que aquí te pido.

Y no te obligo a nada que no quieras. Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden… te conocen, pero no llegan a ti.

El rescate, Bunbury

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dimarts, d’abril 18, 2006

Chris-In-The-Morning

Buenos días, Cicely. Son las 7 y ahí fuera tenemos 0ºC y mucha humedad. Es hora de abrir el buzón de la emisora. Dave, de Mosquito Lake, nos escribe: “Querido Chris, me encantó tu serie sobre el Islam, ¿Podrías mandarme el guión?” Pues lo siento, Dave, no lo tengo. Trabajo sin él. Me encanta que te gustara el programa. Aquí hay una nota personal; mi hermano Bernard me escribe unas líneas desde el continente negro: “Querido Chris, África es justamente como la soñaste. He subido a las Montañas Usambara —en Tanzania, amigos—, y allí vi el amanecer y sentí que la sangre de mis antepasados latía en mis venas. Saludos a todos.” Vaya detalle, ¿no? Bernard está allá cogiendo las curvas de la carretera de la vida mientras la vuestra se arrastra en menudencias día a día, llena de sonido y furia y con miles de anuncios comerciales inútiles. La verdad, amigos, es que últimamente arrastro los pies psíquicamente, y se debe a las subidas y bajadas del bio-ritmo, pero no cabe duda de que todos necesitamos un empujoncito; algo que nos haga saltar de la cama por mañana y saludar al nuevo día con un enorme y cósmico hola.

(…)

La lluvia suele ponerme melancólico. Es la hora de acurrucarse en un rincón, me relajo y huelo la madera. Y hoy sólo me siento mojado ¿Qué tiene el poseer cosas? ¿Por qué sentimos la necesidad de poseer lo que amamos? ¿Por qué nos volvemos tan bestias cuando lo poseemos? Todos sabéis qué es: queréis algo, lo poseéis, y al poseerlo lo perdemos. Cuando por fin has conquistado a la chica de tus sueños, lo primero que haces es tratar de cambiarla; esa forma suya de peinarse, su manera de vestir, cómo mastica el chicle... Y al poco tiempo lo que te gustaba, lo que has cambiado y lo que no te gusta son la misma cosa, como una acuarela bajo la lluvia.

(…)

Buenos días, Cicely. Os encantará saber que esta mañana llega un batallón de ingenieros del ejército para restaurar nuestra frágil tundra, ensangrentada pero no vencida. Buena suerte, muchachos. Y decidle al ejército que basta de excursiones por nuestros preciosos bosques. Me han dicho que nuestros árboles ya no gritan… fin de un extraño fenómeno que nos ha maravillado a todos, pero ellos vuelven a su vida normal. Ah, sí… la vida reposada, como debe ser. Si los árboles volvieran a hablar, tengo la sensación de que dirían algo como: “Eh, humanos, se acabó.” Hay algunas cosas con las que nunca debemos jugar, es mejor dejarlas en paz. Sí, eso está bien, porque la felicidad no es tener cosas, ¿verdad? La felicidad es formar parte de ellas. Gracias a Shelly y a Holling por haberme ayudado a darme cuenta de todo esto.


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Doctor en Alaska - Lugar, Cicely (3x11)

BSO: Batiscafo katiuscas, Antònia Font