dijous, de febrer 09, 2006

Six feet under

A DOS METROS BAJO TIERRA

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El guionista de American Beauty es el creador de esta serie que narra la vida de los miembros de una peculiar familia poseedora de una empresa funeraria de Los Ángeles. En la primera temporada Nathaniel Fisher (Richard Jenkins) muere en un accidente de coche el día de Nochebuena empañando con ello la bienvenida de su hijo Nate (Peter Krause). Además de a la muerte de su padre, Nate tiene que enfrentarse a su controladora madre, Ruth (Frances Conroy), que tiene una aventura con otro hombre; a su hermano David (Michael C. Hall), un gay que todavía no ha salido del armario y que dirige el negocio familiar; y a su hermana Claire (Lauren Ambrose), una rebelde adolescente a la que la noticia de la muerte de su padre la pilla después de haber estado tomando drogas con su nuevo novio. El único elemento aparentemente positivo de la vida de Nate es Brenda (Rachel Griffiths), una apasionada mujer a la que conoce en el avión. Pero la familia de Brenda resulta ser aún más alocada y disfuncional que la de Nate.

Six feet Under Theme (Photek remix), Thomas Newman


Ja feia temps que volia dedicar encara que fos un raconet a aquesta série. He anat deixant-ho córrer perquè no em veia capaç de fer un “homenatge” que estigués a l’alçada. Fa unes hores he acabat de veure l’últim capítol; encara tinc milers de formigues atiranyant per les meves venes, les restes reseques de llàgrimes que no he pogut tragar-me sota els ulls rojos i una aixafant sensació melangiosa. Inevitablement, al mateix temps que es succeien els últims i desgarradors minuts de la série, he hagut d’anar fent un repàs de tot el succeït i tot el viscut, avivant més aquella tempesta de sentiments que estaven fent-me sentir i que precedeixen un acomiadament, l'acomiadament d'uns personatges que ja són una petita part de mi per sempre. He fet una repassada mental d’aquelles inevitables com quan tot just acabes un llibre, que t'empenyen a abraçar-lo i considerar-lo com a obra mestra, com ha sigut el cas, o pel contrari a adonar-te'n que no ha sigut per tant o no ha valgut la pena. Com una d’aquelles repassades que diuen que fem abans de morir, suposo.

Vist el calibre de la meva commoció deixaré que parlen altres, que ben bé que ho fan.


Desde que Joel Fleishman nos abandonara, los seguidores de Doctor en Alaska nos habíamos quedado huérfanos en lo que a series de calidad se refiere. A dos metros bajo tierra, con sus excentricidades, las distintas filosofías vitales de los personajes, su fino humor negro, es una serie con ese toque mágico que le faltaba a todas las demás desde Doctor en Alaska.

eltente


Una magnífica serie que cuenta con el sello al más puro American Beauty. Todo se desmorona alrededor de un hilo argumental que se centra sobre unos personajes de una profundidad inusual y que no suelen estar rendidos a un la "re-producción" de un argumento lineal. Más bien "producen" uno caótico y aparentemente desordenado con una total naturalidad, a la par pasmosa, sobrecogedora e intrigante.

Similar a la vida misma vista por cualquiera que le preste atención. Con sus cadenas de casualidades, injusticias, altibajos, emociones enfrentadas, y su toque de humor negro frente a lo que sólo resta sonreír... incluida, por supuesto, la muerte.

BrainStormer


“LA SONRISA DEL DIFUNTO”

La teleserie más original, valiente, fascinante y hermosa de todos los tiempos ha finalizado ya, este 2005, su quinta y última temporada, dejando a sus innumerables seguidores (sin embargo, no más de los que deberíamos ser) con los ojos lagrimosos y en un estado de entristecimiento y júbilo muy curioso. Para el despistado o sinvergüenza que no sepa nada de ella o no le haya hecho ningún caso, esta serie creada por el oscarizado guionista de American beauty, Allan Ball, es una bocanada de aire fresco a la razón, un fiel retrato de la vida y la muerte y una respuesta incisiva y demoledora contra las mentes bienpensantes, la hipocresía moral y tu puta manía de comportarte a imagen y semejanza de la sociedad y sus lobotomizados congéneres civiles que siguen sus engañosas reglas ciegamente, cuya única consideración frente al estado de las cosas es dejarse regir y reprimir como bellacos. ¿Y cuáles son las armas para tales perdigonzazos a la sinrazón? Mucha mala idea y humor negro del bueno, veracidad, trasgresión y una mirada sin tapujos ni concesiones a las relaciones, la muerte, la vida y todas esas dudas existenciales que nos acosan constantemente y de las que necesitamos salir a toda costa.


El protagonismo de esta serie recae en una familia de clase media americana que ha vivido, y vive desde siempre, en una casa en donde llevan el negocio de unas pompas fúnebres. Así, sus problemas, sus inquietudes, sus vidas independientes y su convivencia, pasan por el filtro de tener que ganarse el pan todos los días con la muerte. Cada capítulo comienza con una muerte, a cada cual más variopinta, buscando siempre el máximo realismo, que va de la más absurda y grotesca, a la más corriente, natural o violenta, de cuyo cuerpo sin vida pasará a disposición de los Fisher, dueños de la antedicha funeraria. Los protagonistas se enfrentan a dilemas de altura, dejando de lado las muertes: conflictos conyugales de toda índole, de identidad, de trabajo, de amistad, pero, como en la vida ocurre, también encuentran la felicidad, la diversión y el escapismo, lo cual a veces suele torcerse y volverse confuso, e incluso llevar a consecuencias no deseables. En efecto, es un drama, pero de los de verdad: con humor, ironía; es duro, visceral, humano, justo, injusto, esperanzador, descorazonador, fatalista, hilarante y, desde luego, nunca para todos los gustos. Se habla de sexo (y se practica, vaya), muerte y realidades que todavía siguen oscurecidas por conservadores vergonzantes y paranoicos, como la homosexualidad (varios de los personajes de la serie son de esta natural condición sexual) y la infidelidad, con el ordinario y requerido lenguaje, además de con una tolerancia, coherencia e inteligencia intachables.

Se hace uso de lo incorrecto políticamente para adentrarse de lleno en la realidad, subvirtiendo así los valores morales tradicionales neciamente establecidos y mostrando la vida que lleva la gente de a pie sin alteración ni falsedad alguna. Como serie puramente americana que es, razonable y sin edulcoraciones que valgan, constituye una sátira despiadada y un eficaz revulsivo contra la moral puritana y una vomitona, meada y cagada o, mejor, un derroche de bilis sobre el corazón artificial de los Estados Unidos, un conocido prófugo de la verdad, que encubre siempre ésta con la más arcaica y represora ideología. Con su fúnebre, ácido y muy negro sentido del humor; su sensatez, su irreprochable agudeza y su desbocada condición de obra a la vez siniestra y moral, tan lírica y melancólica como desesperada, agridulce y desgarradora, A dos metros bajo tierra ha conseguido importante galardones (6 Emmy, 4 Globos de oro...), con los que, a su pesar, esta magnífica serie jamás será lo suficientemente alabada. Y es que las interpretaciones de todo su reparto son virtuosas, transpiran una naturalidad y un rigor encomiables; los guiones, brillantísimos y plagados de detalles ingeniosos y sorprendentes siempre; y la realización, excelente, magistral (que suelen asumir a menudo personal tan dispar como el propio Allan Ball, también guionista de varios episodios, Rodrigo García -Cosas que diría con sólo mirarla- y la ejemplar actriz Katie Bates, también con un lacónico rol como intérprete en la serie a partir de la 3ª temporada de la misma). Por definición, una serie absolutamente genial y maravillosa que resistirá el paso del tiempo por mucho que éste pase, y de trascendental necesidad tanto en la televisión como a nivel moral y humano. Su estilo directo, como un golpe en el estomago, no agradará a todo el mundo; no a sensibles ni a esos prejuiciosos que no soportan la realidad, lo hermoso y triste de la vida expuesto de un modo tan veraz, salaz y profundo. Sincera, sensata, honesta, emotiva, de entera verosimilitud y gradual narración, no apta para mojigatos ni sensibleros tarugos. Cada capítulo es un intenso, en ocasiones duro, en ocasiones divertido, pedazo de realidad y una joya de puro culto, y también, por si le fuera poco, pequeñas obras maestras cinematográficas (a pesar del formato preparado para televisión, la serie se realizó originariamente en Panavisión). Una serie tan vivida, real e imperfecta como la vida misma. Un puto milagro, un prodigio, a tener siempre en cuenta y revisitar con asiduidad. Va a hacer falta.

Güarren Putin



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BSO: Breathe me, Sia (cançó pòstuma de Six feet under)